martes, 23 de octubre de 2007

Para empezar, ofrecemos un artículo inédito del autor traducido por él mismo,

EL DESARROLLO DE LA CIENCIA FICCIÓN Y LA FANTASÍA EN BULGARIA

por Khristo D. Poshtakov

El primer período.

El primer libro de ciencia ficción que apareció en Bulgaria fue publicado en el año 1880. Se trataba de La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne. Veinticinco años después, la mayoría de los libros los libros de este autor habían sido publicados, al igual que los de H. G. Wells, Andre Lory, Mora Yokay, Edward Belamy, Jonatan Swift, Paolo Montegazi y otra serie de escritores dedicados al género. Las obras fantásticas de Jack London y Edgar Allan Poe fueron editadas un poco más tarde.

El primer relato de ciencia ficción búlgara lo escribió Ivan Vazov en 1899, y llevaba por título El último día del siglo XX. En él se describe un paseo del rey búlgaro por la ciudad de Sofía (la capital de Bulgaria), que en el futuro ha llegado a tener una “enorme” población: ¡350 000 habitantes! Sofía se ha desarrollado muchísimo, contando con edificios, bellos palacios, calles pavimentadas y hermosos jardines. Las conversaciones de larga distancia desde el palacio real se realizan a través del fonógrafo y los carros se mueven impulsados por máquinas de vapor. La única predicción acertada del autor fue el regreso de la monarquía, ya que el partido monárquico ganó las elecciones en el año 2001 y Simeón, el rey de Bulgaria, exiliado en España adonde había sido expulsado en 1948 (es primo del rey Juan Carlos de España) regresó para ocupar el cargo de jefe del Estado.

La primera novela de ciencia ficción, escrita por Ilia Iovchev, fue editada en el año 1900. Su título: Un recorrido por el progreso actual y del futuro a través de los ojos de los descendientes. Argus fue la primera editorial -no sólo en Bulgaria, sino en todo el mundo- destinada específicamente a la edición de libros de ciencia ficción y fantasía. Fue fundada en 1922 por los escritores Svetoslav Minkov y Vladimir Polianov. Lamentablemente, la editorial no pudo cumplir su objetivo ya que sólo se llegaron a editar dos libros antes de quebrar. Sin embargo, el simple hecho de su existencia todavía se recuerda y dejó su impronta en el género del país. Setenta años después, en 1992, se fundaría la nueva editorial Argus, que sigue existiendo hoy en día.

El desarrollo de la ciencia ficción y la fantasía búlgara podría dividirse en tres períodos: 1899-1939, 1956-1989 y 1989/90 hasta el presente. En relación con dichos períodos, la crítica búlgara considera que los escritores de ciencia ficción y fantasía del país podrían clasificarse en “precursores”, “clásicos” y “jóvenes”.

Del primer período -que llega hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial- destacan Svetoslav Minkov y Vladimir Polianov, quienes desarrollaron el género de la “fantasía diabólica”. La ciencia ficción propiamente dicha está representada por Georgui Iliev, autor de dos novelas, y por Emil Koralov, que llegó a escribir treinta y tres. Durante este período, el escritor clásico Elin Pelin escribió dos novelas fantásticas destinadas a los niños. Es interesante remarcar que los libros de Minkov y Pelin han sido reeditados con frecuencia hasta el año 2000, y probablemente se volverán a reeditará en el futuro, pues el tiempo no significa nada para la fantasía y la fantasía diabólica. Gueorgui Iliev y Emil Koralov, cuyos libros de ciencia ficción pueden parecer hoy en día algo naif y ridículos, tenían muchos lectores en su tiempo y destacaban por encima de otros escritores de menor o ninguna importancia.

El segundo período.

El segundo período comienza al terminar la Segunda Guerra Mundial, al finalizar el régimen comunista impuesto por las tropas soviéticas el 9 de septiembre de 1944, y se extiende hasta el año 1989. A partir de 1948 se estableció en Bulgaria la nueva Unión de los Escritores. Para ser aceptado era imprescindible hacer gala de ideología marxista, y su presidente debía ser miembro del Comité central del Partido Comunista Búlgaro. Mientras que los que estaban fuera de la Unión no podían más que soñar con que se les editara un libro, los afiliados tenían muchos privilegios, sin que hubiese ninguna relación directa entre la calidad y el número de libros publicados a lo largo de esos años. Esta es la razón principal por la que la mayoría de los libros que se editaron entonces, dentro de todos los géneros, no tengan hoy demasiada trascendencia, a excepción de las obras de Dimitar Dimov, Anton Donchev, Yordan Radichkov, Pavel Vejinov y unos cuantos más. Los libros de estos autores tienen un nivel aceptable, pero se trata de obras de tema histórico y, aunque no han perdido su valor, no pertenecen al género al que nos referimos.

Después de la muerte de Stalin, en 1953, el régimen totalitario de la Unión Soviética aflojó su mordida y lo mismo ocurrió en Bulgaria. En la Unión Soviética aparecieron los primeros libros de la “Nueva Ciencia Ficción”, resucitada después de un largo silencio, que empezaron a venderse en las librerías rusas de Bulgaria. Por entonces, en Bulgaria era obligatorio conocer la lengua rusa, y las librerías rusas abundaban en todas las ciudades. Hay que tener en cuenta que, hasta 1956, la publicación de obras de ciencia ficción estaba prohibida en Bulgaria pues no se la consideraba literatura seria, además de que no solía coincidir con los cánones de la ideología marxista. Sin embargo, los escritores rusos de ciencia ficción eludieron la prohibición, comenzando a escribir libros donde se describían las armas y la maquinaria soviéticas de alta tecnología (capaces de exterminar por completo el capitalismo), se narraba en forma de novela el triunfo definitivo del comunismo en Marte o en cualquier otro planeta. En definitiva, se trataba de libros destinados a la difusión de la ideología marxista como sistema universal a lo largo y ancho de toda la Galaxia. Por lo tanto, debe considerarse casi un milagro que en este período aparecieran libros de ciencia ficción de los escritores rusos Alexander Belyaev e Iván Efremov, quienes, para aquel tiempo, tenían una calidad más que respetable, hasta el punto de que algunos de ellos no han perdido su vigencia.

En 1956, se publicó en Bulgaria el primer libro de ciencia ficción desde la Segunda Guerra Mundial, rompiendo un silencio que había durado dieciocho años. Su autor era Bojidar Bijilov, quien por entonces ocupaba una posición importante en la Unión de Escritores. El título del libro era Viaje de un cohete búlgaro hacia la Luna, y el contenido puede considerarse bastante deplorable: un cruce entre la peor ciencia ficción soviética y una pobre imitación del conocido libro de Julio Verne. No obstante, no se puede ignorar que se trataba del primer pájaro que sobrevolaba el horizonte de la ciencia ficción búlgara desde el final de la guerra. En 1958 aparecieron El hombre atómico, de Liuben Dilov (secretario de la UE), y La lagartija de los hielos, de Petar Bobev (miembro a su vez de la UE). Para la época, estos libros tenían un nivel bastante satisfactorio. Liuben Dilov demostró que era un fecundo escritor de ciencia ficción que, hasta el año 2003, escribió nada menos que veintiocho novelas del género. Su principal mérito consiste en que, desde su posición de secretario de la UE -cargo que detentó hasta los años 80- logró un aflojamiento parcial del control ideológico marxista y de la censura que imperaba en cada una de las editoriales, aunque no pudo eliminarla por completo. Su novela El camino de Ikar ha sido publicada en dieciséis países, incluido Japón. Actualmente —tiene 80 años, está enfermo y ha dejado de escribir— está considerado el patriarca del Segundo Período de la ciencia ficción búlgara.

En 1968, el magnifico escritor Pavel Vejinov escribió una novela a caballo entre la ciencia ficción y la fantasía llamada Las mariposas azules, una obra que, en Bulgaria, adquirió rápidamente la condición de novela clásica del género. Al igual que la obra de Dilov, fue traducida y publicada en muchos países, Francia entre ellos. Vejinov escribió después otros cinco libros de ciencia ficción, pero ninguno de ellos logró superar al primero. Antes de su muerte se hicieron tres películas basadas en sus obras.

En 1976 se publicaron los libros de Vesela Liutzkanova (Los cloningos), y Velichka Nastradinova (Mi abuela, la bruja), de calidad bastante respetable, lo que les valió ser traducidos al ruso, al polaco y al checo. Debe señalarse que estas dos escritoras también ocupaban cargos importantes dentro de la Unión de Escritores. En 1968, la editorial soviética Mir comenzó a publicar la serie Ficción del extranjero, que incluía obras de ciencia ficción de autores foráneos, en su mayoría de Estados Unidos. En ese momento, el lector aficionado al género se volvía loco por conseguir aquellos libros, cuya tirada era muy limitada. Por entonces, la ideología comunista dominante no permitía la publicación de libros antiutópicos (que podrían haber perjudicado a la ideología marxista) ni tampoco aquellos donde se describieran modelos de futuro divergentes de la ortodoxia, que hablasen de guerras en el espacio, o simplemente de fantasía o terror. Se editaba, preferentemente, ciencia ficción “dura y científica”. Bulgaria, como satélite fiel, siguió el nuevo ejemplo ruso y las editoriales búlgaras comenzaron a publicar libros que se adecuaban al perfil ideológico aceptado, como las obras de Isaac Asimov (Yo robot), Artur C. Clarke y Ray Bradbury. Sin ir más lejos, Fahrenheit 451 se mostraba como un ejemplo de cuál podía ser el futuro si el capitalismo permanecía como sistema social dominante. Asimismo, se comenzaron a publicar los libros de Stanislaw Lem (Solaris) y de los hermanos Arkadi y Boris Strugatski (Es difícil ser Dios). Por su parte, los libros de los hermanos Strugatski, escritos de un modo bastante interesante, parecían libres de dogmas ideológicos, o quizá habían ideado un método para eludirlas. Los aficionados al género en Rusia y Bulgaria ya habían comenzado a traducir libros que habían logrado atravesar el “telón de acero”. Dichos manuscritos se copiaban de una manera muy primitiva y pasaban de mano a mano. En los años setenta, el régimen comunista búlgaro siguió liberalizándose en un proceso al margen de la rebelión anticomunista de 1968 en Checoslovaquia, gracias a lo cual, en 1979, apareció Galáctica, la primera editorial dedicada exclusivamente a la ciencia ficción extranjera. Empezaron a editar mensualmente libros de escritores franceses, ingleses, alemanes, italianos, japoneses y estadounidenses, y por supuesto de todos los países satélites del bloque soviético. Sin embargo, con la excepción de Jorge Luís Borges, los escritores de América Latina y España seguían siendo desconocidos y el autor de este artículo puede afirmar que la situación, hoy en día, sigue siendo la misma. Es una lástima que buena parte de los escritores del mundo sigan siendo ignorados por el lector búlgaro. Por aquellos años la regla en Bulgaria era: “uno puede leer lo que quiera, pero no puede escribir de la misma manera”. El modo de escribir seguía supeditado a las restricciones del modelo soviético.

Desde el año 1970, las revistas búlgaras Cosmos, Ciencia y técnica y BTA-Técnica comenzaron la publicación mensual de cuentos de ciencia ficción procedentes de distintos países; lo mismo sucedió con el periódico técnico semanal Órbita. En 1973, se comenzaron a formar grupos clandestinos de aficionados al género en las grandes ciudades del país hasta que, en 1976, los agentes de seguridad del Estado observaron que estas agrupaciones constituían un peligro potencial para el sistema establecido. En vez de tomar represalias decidieron canalizar el movimiento a través del Comité Central de los Jóvenes Comunistas o COMSOMOL, y ese mismo año se estableció en la ciudad de Sofía el primer club de ciencia y ficción, donde la gente se reunía bajo la vigilancia de uno o varios agentes de seguridad. Gracias a estas reuniones, dicho servicio obtenía información acerca de qué tipo de discusiones se mantenían.

En 1980, el periódico Órbita sacó un concurso anual de cuentos de ciencia ficción a nivel nacional. Los seis premios que se otorgaban eran decididos por un jurado que, poco después, comenzó a determinar quiénes, entre los jóvenes escritores, merecían ser editados, incluso aunque no fueran miembros de la Unión de Escritores. Los escritores noveles comenzaron a entablar relaciones personales con los miembros del jurado y algunos lograron tener éxito, consiguiendo la publicación de su primer libro. No sería elegante mencionar a los escritores que integraban ese jurado, pero puedo decir que, aunque pretendían conservar la fama y la edición de libros sólo para ellos mismos, fue un paso adelante que un puñado de jóvenes autores pudieran sobrepasar la barrera existente y ver publicadas sus obras. De este período se pueden destacar los libros de Agop Melconyan, Petar Kardjilov y Liubomir Nicolov, junato con los cuentos de Alexander Karapanchev, quien por fin consiguió publicar un libro en el año 2004. Gracias a Dios, el autor de este artículo comenzó a escribir relatos de ciencia ficción en 1986 y de esa forma me ahorré muchas humillaciones, aunque un año después presenté mi primer libro en una editorial gubernamental, donde quedó “dormido” durante tres años para no publicarse finalmente al no cumplir los requisitos ideológicos de aquellos tiempos. Esas reglas doctrinarias ya estaban completamente anticuadas, pero seguían aplicándose con una inercia incomprensible. Aún así, sí pude conseguir la publicación de seis de mis cuentos, además de un Premio Nacional recibido de puro milagro.

Entre los años 1982 y 1990 se crearon a través del Comité Central del COMSOMOL algunas revistas especializadas en el género, tales como FEP (Fantástica heurística y profética), Fantástica (Ficción) y Fantastichni Istorii (Historias Fantásticas). Al mismo tiempo se inició la publicación masiva de cuentos de ciencia ficción en las demás revistas y periódicos.

Ivailo Runev, destacado bibliógrafo de la ciencia ficción búlgara y químico de profesión, dedicaba sus horas libres a indagar en la biblioteca central de Sofía con el objetivo de descubrir materiales relacionados con el género. Hasta su muerte, había descubierto 482 nombres de escritores búlgaros de ciencia ficción, fantasía y terror. Desafortunadamente, después de su fallecimiento la mayoría de ese material se perdió. Lo poco que se conservó fue utilizado por el bibliógrafo y escritor ruso Evgueni Haritonov como punto de partida para sus propias investigaciones. Con la ayuda del autor de este artículo y tres o cuatro personas más completó una bibliografía de la ciencia y ficción, fantasía y terror búlgaras para el período 1899-2003 que, en el año 2004, fue editada en Bulgaria, en ruso, en la editorial Argus. En la preparación de dicha bibliografía se había tomado la decisión de publicar únicamente los nombres de aquellos escritores que tenían mas de un cuento publicado en revistas o en antologías, o aquellos que tuvieran por lo menos un libro publicado, sin incluir las publicaciones aparecidas en periódicos, ya que para nosotros, y para Haritonov, era imposible repetir el gigantesco trabajo que había realizado Runev. Con estos criterios, el número de escritores búlgaros de ciencia ficción, fantasía y terror para el período 1899-2003 disminuyo a 176.

El tercer período.

El tercer período abarca desde los años 1989-1990, después de la caída del comunismo en Bulgaria, hasta el presente. Se caracteriza por la creación de nuevas uniones de escritores, gracias a las cuales la vieja y podrida institución perdió su importancia, aunque todavía siga existiendo hoy en día. En la Unión de Escritores ya sólo se reúnen unos pocos viejos para recordar cómo se editaban sus libros con tiradas de 50.000 ejemplares sin que a nadie le importara que después se sacaran de las librerías para hacer pulpa de papel o se tiraran a la basura porque nadie los compraba. Por entonces lo importante era que el gobierno pagaba, y pagaba bien, a sus fieles sirvientes.

Durante este período aparecieron muchas editoriales de capital privado y quince de ellas comenzaron a publicar obras de ciencia ficción, fantasía y terror. Por primera vez los lectores aficionados al género podían sentirse felices porque en las librerías aparecían mensualmente más de treinta títulos nuevos de ciencia ficción. Las librerías rusas casi desaparecieron y en la ciudad de Sofía sólo quedaron cinco. Ya no era obligatorio estudiar y conocer la lengua rusa y la nueva generación comenzó a aprender ingles por propia iniciativa. Se crearon clubes de fantasía y terror y los libros de este género se pusieron muy de moda en Bulgaria. Por otra parte, si en Bulgaria se publicaban mensualmente de veinte a treinta libros de ciencia ficción y fantasía, en Rusia se empezaron a publicar más de cien. La competencia entre las editoriales se agudizó y para 1995 el mercado de libros dedicados al género estaba saturado, de forma que las tiradas comenzaron a bajar. Los libros de Stephen King comenzaron publicándose en tiradas de 20.000 ejemplares y declinaron hasta llegar solamente a los 1.500 ejemplares.

Entre 1995 y 1996, Bulgaria padeció una terrible crisis económica. Los salarios bajaron hasta los 20 dólares y las pensiones a 5. La inflación alcanzó índices alarmantes y, como la economía búlgara estaba unida a la de la ex Unión Soviética y no se consiguieron nuevos mercados para la producción industrial, ésta se desplomó quedando en una situación de desastre total. Casi un millón de jóvenes búlgaros emigraron hacia Estados Unidos, España, Canadá, Alemania e Inglaterra en busca de mejores condiciones de vida. Estos jóvenes, que representaban la flor de la inteligencia búlgara, eran al mismo tiempo los principales lectores de ciencia ficción, fantasía y terror. Más de la mitad de la población búlgara comenzó a vivir en condiciones de pobreza y la preocupación principal de cada familia era conseguir comida. Muy pocas personas estaban en condiciones de pensar siquiera en comprar un libro. En 1996, el gobierno de los ex-comunistas -ya convertidos en socialistas- cayó a causa de los disturbios provocados por la movilización popular. Se pasó a un período de gobierno provisional hasta que en 1997 las elecciones alzaron al poder a un gobierno democrático que terminó con la inflación. Poco a poco, la vida económica comenzó a estabilizarse.

Sin embargo, a causa de la crisis sufrida por el país, todas las revistas de ciencia ficción habían quebrado, junto con más de la mitad de las editoriales dedicadas al género. A causa de la fuerte competencia con la literatura norteamericana (que desde 1990 se editaba con preferencia a la búlgara), la ciencia ficción nacional comenzó a sufrir las consecuencias. El lector joven se había acostumbrado a los autores de los Estados Unidos y, consecuentemente, los escritores búlgaros competían en desventaja, estando obligados a mejorar mucho la calidad de sus obras si deseaban vender su producción ahora que el único parámetro aceptado era la cantidad de libros vendidos, lo que determinaba la posición del escritor en el mercado. Apenas quedaron tres editoriales para defender heroicamente la ciencia ficción y fantasía búlgaras. Se trataba de Cuasar (que casi quebró en 2004 y que llegó a publicar ocho títulos), Elf (que publicó dieciocho libros) y Aarhus, que todavía existe, y que durante este período ha logrado publicar veintitrés libros de escritores autóctonos. Obviamente, se publicaron otros libros, aunque siempre a través del sistema “paga por la edición de tu libro y después trata de venderlo”. Los libros editados mediante este sistema eran, lógicamente, de mala calidad. Durante los años 1996-97 se comenzó a editar la revista de ciencia ficción, fantasía y terror Varkolak (Fantasma), que más tarde cambiaría su nombre por Zona-F y que se mantuvo activa hasta el año 2003. En 1998 apareció la revista Fantazy factor, que permaneció en el mercado hasta 2001. Actualmente, la única revista dedicada al género que se publica en Bulgaria tiene por nombre Terra fantástica, apareciendo en la calle con una frecuencia variable, de entre tres y seis meses. Existen más de diez periódicos donde se publican cuentos de ciencia ficción y fantasía, además de cinco revistas de orientación técnica donde se hace lo mismo.

Resultará un tanto ridículo que el autor de este artículo, siendo una persona mayor, se considere como parte de la tercera generación, la de los escritores jóvenes, pero el hecho es que su primer libro no se publicó hasta el año 1994. Desde entonces, he publicado otros seis libros más.

Los escritores del tercer período se caracterizan por la falta de restricciones en su manera de escribir. Entre ellos se pueden destacar los siguientes:

Yancho Cholacov, quien destaca por su magnifica fantasía y la invención de palabras nuevas, lo que hace casi imposible traducir sus obras (dos libros); la joven Yuliana Manova, muy aficionada al terror y poseedora de un enorme potencial (un libro); Ivailo Ivanov, quien se dedica a la ciencia ficción histórica (dos libros); Nicolai Tellalov, con predilección por la ciencia ficción nacionalista y patriótica (tres libros); Elena Pavlova, quien destaca por su creación de personajes (un libro de ciencia ficción y cuatro de fantasía); Plamen Mitrev, escritor de fantasía heroica bajo seudónimo (catorce libros); y Nina Nenova, quien se ha centrado en la ciencia ficción dedicada a los contactos con otras civilizaciones (seis libros). Plamen Mitrev, Nina Nenova y el autor de este artículo han publicado algunos de sus libros en Rusia.

3 comentarios:

Vernika dijo...

Podriamos crear un espacio para intercambiar opiniones de libros de ciencia ficción. Leí la Cuarta Cripta, ma parecio un buen planteo de los ovnis. Que opinan

Anónimo dijo...

gran texto, no hay duda, sobre todo teniendo en cuenta lo dificultoso que resulta tratar el tema de los ovnis sin caer en la banalidad más absoluta. Tu propuesta es estupenda pero ¿por qué no emplear este mismo espacio?

R.

Anónimo dijo...

¿Qué tal amigos? ¿Hay algún otro autor "eslavo" de ciencia ficción al que merezca la pena conocer y leer en castellano.